[MÚSICA] [AUDIO_EN_BLANCO] En el año de 2012, cuando se inicia un nuevo periodo presidencial, se propuso lo que se llamó el Pacto por México. Se trataba de 95 puntos con los cuales se buscó trazar un proyecto de gobierno, no solamente por seis años, sino más allá de eso. Transformar a México, es un tema recurrente, modernizarlo. Uno de estos puntos se refería a la transformación de la industria del petróleo. Esta industria es la que vamos a examinar a lo largo de estas sesiones. El petróleo no es un recurso natural cualquiera para los mexicanos, tiene un contexto histórico, histórico-político y muy importante. En 1938 se expropió la industria petrolera de manos de empresas extranjeras, se hizo efectiva la nacionalización del petróleo, pero con el Pacto por México se propuso que era obsoleto el marco en el que se estaba desarrollando esa industria. Que tener al estado como el controlador de todo el proceso de la extracción y transformación de los hidrocarburos, ya no correspondía a un siglo XXI, que era necesario que el mercado y la competencia se introdujeran ahí para aumentar, aumentar la producción y aumentar la renta petrolera. La renta petrolera es la diferencia que existe entre el precio del petróleo en el mercado mundial y lo que cuesta sacarlo, y la diferencia puede ser enorme, las ganancias son muy grandes. Quienes se oponían a esta transformación decían esas ganancias deben de quedar en poder del estado mexicano que, en principio, se supone, es el que representa los intereses de todos nosotros. No deben de ir a la empresa privada. Pero quienes propusieron el Pacto por México decían, Pemex ya no es una empresa eficaz, no está a la altura de las circunstancias, no está invirtiendo en exploración, producción al ritmo que se necesita, y deben de inyectársele nuevos recursos, esos recursos se encuentran en materia de dinero y de tecnología en el exterior. Ahí está, pues, una dicotomía o una visión contradictoria. Los que quieren o querían que siguiera el petróleo en manos estrictamente del Estado, como un, digamos, el símbolo del nacionalismo mexicano, que los mexicanos por sí mismos, sin necesidad de ningún apoyo externo, podían seguir manteniendo una de las grandes industrias del siglo XX y del siglo XXI y que tenían tanto la capacidad administrativa como tecnológica para seguir adelante. Pero resulta que el petróleo es el que le da al fisco, a la Secretaría de Hacienda, una buena cantidad de recursos. Recursos que difícilmente los sacaría de otros lados, salvo que se hiciera un esfuerzo político por poner impuestos a sectores económicos que no lo están pagando en la medida en que se necesita. Era más fácil, es más fácil, sacarlos del petróleo, la naturaleza no protesta, aunque el petróleo se agota. Comoquiera que sea, en el 2014 se pasaron todas las reformas necesarias para aceptar al capital privado internacional y nacional en la explotación del petróleo. Realmente, la decisión corrió, al menos en el inicio, con muy mala suerte. El barril de petróleo estaba en $100 dólares en el mercado mundial, un poquito más de $100 dólares, y en el momento en que estamos grabando estas sesiones está apenas en $29 dólares por barril. Quiere decir que se vino abajo el precio del petróleo, justo cuando se le veía como una de las salidas, casi podría yo decir, la salida más expedita, más fácil, para que las finanzas del gobierno siguieran funcionando como se suponía que debería ser. Pero la situación se torna políticamente más difícil porque, insisto, se achacó a Pemex el ser una empresa ineficiente y, seguramente, tiene a lo largo de su historia muchos momentos en los cuales se puede ver corrupción e ineficiencia en Pemex. Pero también hay que reconocer que la cantidad de recursos que el gobierno le quita a Pemex, o le quitaba, era excesiva. En algunos años, el 75% de los ingresos de Pemex se iba directamente a las arcas del gobierno, entonces, claro que no había suficientes recursos para la nueva inversión, para la explotación de mantos petrolíferos que están y en zonas relativamente difíciles como son el mar territorial mexicano; para explotar el petróleo en aguas someras se dispone fácil de la tecnología, pero en aguas profundas, eso es más difícil y muy costoso. Entonces, con esta argumentación se señaló: no, Pemex por sí mismo no puede, pero probablemente lo hubiera podido hacer si no se le hubiera estado extrayendo los recursos, sus utilidades, de la manera como se hizo. El petróleo se convirtió en una especie de, iba a decir caja chica, pero bueno, de caja grande del Estado. Era más fácil sacar los recursos del petróleo que llevar a cabo una política impositiva que tendría, desde luego, oposición tanto de parte de las grandes empresas como de ese mundo del mercado informal que tampoco paga impuestos. Es un problema político serio, parece que es un capítulo cerrado y que se abre uno nuevo. ¿Cómo va la industria mexicana, la industria petrolera mexicana a comportarse ahora que ya se abrió a las ofertas, a las propuestas del gran capital externo? ¿Se hará la industria petrolera más eficiente? ¿O se explotará un recurso no renovable? Y subrayo, no renovable, que probablemente ya llegó a su momento máximo, y ahora los campos mexicanos están siendo más reducidos. Explotar rápidamente ese petróleo y exportarlo, ¿es la mejor receta para el largo plazo? Lo pongo como pregunta. Ustedes tendrán qué responderlo. [MÚSICA] [MÚSICA] [MÚSICA]